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viernes, 12 de marzo de 2010

LA ESPIRITUALIDAD DE ROMERO


Sobre la Espiritualidad de Monseñor vamos a decir cuatro cosas, siguiendo el esquema de la vida de Jesús: encarnación, misión, cruz y resurrección. Espiritualidad fue vivir en la realidad esos cuatro momentos constitutivos de la vida de Jesús.


  1. Monseñor Romero, como Jesús, fue “real” en su encarnación en la realidad salvadoreña tal cual esta era.

Monseñor Romero, no se encarno simplemente en la realidad salvadoreña, sino en lo débil de ella, en el dolor,

A Monseñor Romero le apasiono la realidad de los pobres y se dejo apasionar por ella- y no por sentimentalismo superficiales, sino porque en ella vio lo último del dolor y la esperanza, y lo último de su propia fe: la presencia de Dios y de Jesús.

Monseñor decía: “Me alegro, hermanos, de que la Iglesia sea perseguida”.

En ella habla- simplemente- un cristiano convencido y un salvadoreño. Pero, además, de la razón de esa paradójica alegría: la persecución ocurre “por tratar de encarnarse en el interés de los pobres”.

Monseñor Romero se alegra de la persecución no por causa de misticismos precipitados, sino porque eso hacia a la Iglesia una Iglesia salvadoreña, una Iglesia real.

Monseñor Romero siempre invitaba a ser portavoces, hacer un profeta:

“Si alguna vez nos quitaran la radio, nos suspendieran el periódico, no nos dejaran hablar, nos mataran a todos los sacerdotes y al obispo también, y quedaran ustedes, un pueblo sin sacerdotes, cada uno de ustedes tienen que ser un micrófono de Dios, cada uno de ustedes tiene que ser un mensajero, un profeta”.

La Iglesia de Monseñor Romero, con el a la cabeza, fue una Iglesia real. Y a la inversa, una Iglesia que no es pobre en tiempo de pobreza, que no es perseguida en tiempo de persecución, que no es asesinada en tiempos de asesinatos, que no se compromete en tiempo de compromiso y no anima a él en tiempo de indiferencia, que no tiene esperanza en tiempo de esperanza, y no anima a ella en tiempo de desencanto, simplemente no es una Iglesia real. Quizás puede parecer muy “espiritual”, pero no tiene el “espíritu de realidad” que tenía Monseñor – y Jesús de Nazaret.


2. Monseñor Romero, como Jesús, llevo a cabo la misión de evangelizar a todo un pueblo, a toda la realidad.

Monseñor Romero evangelizo con la palabra, anunciando la buena noticia del amor de Dios al pobre, denunciando al opresor, escribiendo cartas pastorales para iluminar al país. Evangelizo con obras, buscando el dialogo por la paz, apoyando el trabajo del Socorro jurídico, del secretariado Social, abriendo los primeros refugios en los albores de la guerra. Evangelizo con su persona, con su modo de ser, que fue un eu-aggelion, buena noticia, para las mayorías del país y para muchos otros fuera de él.

Pero el horizonte de su misión era claro: hay que salvar a todo y a todos.

Sus denuncias, como todos sabemos, tenían alcance global –aunque mencionara también todos los casos concretos de violación de los derechos humano-. Sus homilías dominicales fueron ejemplo sin paralelo de una pastoral “masiva”, de totalidad, que llegaba a todos.

Con las condiciones que le imponía esa pastoral masiva: seria preparación de la homilía en su parte bíblica para

que iluminase al país, conocimiento de los hechos importantes del país, credibilidad en sus palabras, decisión a seguir “siempre”.

Quería evangelizar las estructuras –cosa de la que ya casi no se habla-, cambiar la economía, la política, las instituciones del derecho, de la salud, de los medios… y quería cambiar también –evangelizar- la estructura eclesial, con sus curias, parroquias, congregaciones religiosas, instituciones educativas, con su forma de relacionarse los miembros de la Iglesia en su interior.


En concreto, evangelizar para Monseñor Romero significa: “Salvar a un Pueblo”


3. Monseñor Romero cargo con el peso de la realidad. Como Jesús, murió en la cruz.

La Espiritualidad de Monseñor Romero no fue una espiritualidad del sufrimiento, entendida ascética o místicamente, sino una espiritualidad de honradez con la realidad, y, por ello, de cargar con ella.

Fácilmente Monseñor pudo haber suavizado sus denuncias, pudo haber llegado a arreglos, pudo haber abandonado el país –y lo hubiese podido justificar-. Pero la honradez le llevo a cargar con esa realidad que pasa y a no deshacerse de ella. Sobre todo, a no invocar a Dios y al Evangelio, para regir la carga.

En la sociedad hay muchos conflictos reales, y la Iglesia esta ante muchos conflictos potenciales si lleva a cabo su misión de denuncia profética y de opción por los pobres. Para hacerlo, necesita un espíritu como el de Monseñor Romero, espíritu de honradez con la realidad, espíritu de fortaleza para introducirse en el conflicto y espíritu de entrega para cargar con el peso de esa realidad. Eso es hoy cargar con la cruz.


4. Monseñor Romero se dejo cargar por la realidad, y experimento la gracia de vivir ya como resucitado.

Poco antes de morir Monseñor Romero dijo estas conocidas palabras: “si me matan resucitare en el pueblo salvadoreño”, y de varias formas se puede decir que eso ha ocurrido ya: Monseñor vive en la esperanza, en la celebración de personas y comunidades, y vive sobre todo en muchos corazones salvadoreños –y de todo el mundo- cuando se dicen a vivir como él, como Jesús.

La Realidad – la gente sencilla, con su cariño- le llevo también al gozo de vivir y de servir. Monseñor era nervioso por carácter, débil e intranquilo a veces, y en medio de tantos problemas- vivió con paz y gozo.

A veces se le notaba en la sonrisa de su rostro, sobre todo cuando estaba rodeado de niño, campesinos, gente sencilla. Y una vez lo puso en estas bellas palabras: “con este pueblo no cuesta ser pastor”.

Indudablemente le costó mucho. Al cargar con el pueblo, tuvo que cargar con la cruz.


Y sin embargo, el pueblo también cargo con el. Por ello, Monseñor Romero tuvo que sufrir, pero no cayó en la tristeza. Como Jesús, sintió el profundo gozo de que los pequeños entendieron el misterio del reino de Dios.

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